Un Paso a la Vez

Reflexiones Diarias
LA OPINION DEL MEDICO.-

29 marzo 2015

AL FILO DE LA RAZON.

La vida de muchos comedores compulsivos, gira alrededor de la cantidad de grasa acumulada en su estómago, muslos, caderas o cintura. Su capacidad para conseguir pareja, tener un orgasmo, pedir trabajo o dar un paseo se ve limitada, no sólo por el sobrepeso, sino también por la imagen disminuida que tienen sí mismos. La vergüenza de gordos y gordas, especialmente en un mundo en el que el prototipo de cuerpo ideal es de barbies y atletas, es abrumadora. Hoy en día ser gordo subjetivamente significa que uno no es digno de vivir

EL COMEDOR COMPULSIVO ESTA ENFERMO.

Su enfermedad es la adicción, a la comida, y a ciertas sustancias como los carbohidratos o el azúcar.

Al igual que el alcohólico, una vez que ha probado la sustancia adictiva no puede parar. La necesidad de ingerirla es muy poderosa y opera casi inconscientemente. La urgencia de comer es tan grande que traiciona sus estándares morales. Puede ser estrictamente honesto con todo pero miente, hace trampa o delinque cuando se trata de obtener comida. La obtiene a escondidas y la oculta en su habitación, el cajón del escritorio o la guantera del carro. Busca escondites para comer y hace cosas como encerrarse en el baño a devorar dejando correr el agua para que los demás crean que se está bañando.

Su mente gira alrededor de la comida. Casi no puede atender una conversación o concentrarse en un libro porque su mente está demasiado consciente de que, en la esquina, está el de los chocolates, helados y el delivery de salados, o se encuentra muy preocupado por la comida que sigue. Asiste a reuniones porque darán de comer y espera ansioso a que la sirvan. No puede ver una película sabiendo que hay dulces y palomitas en la entrada del cine.

Traiciona todas sus decisiones. Decide firmemente no comprar galletas al ir a la tienda pero, cuando las tiene enfrente, decide comprarlas para comer sólo tres cuando llegue a casa. En el camino negocia y opta por comer esas tres de una vez, y así continúa, el caso es que la caja llega vacía. Cancela compromisos para quedarse solo y darse un atracón, en secreto. Come poco frente a los demás.

Miente a conocidos y extraños pero, sobre todo, se miente a sí mismo. Vive justificando todo, cada bocado y cada acto absurdo que lleva a cabo para obtener comida. Si alguien osa meter un tenedor en su plato y extraer el más mínimo bocado se siente ultrajado, robado y agredido. No lo dice, pero lo siente.

Todos sus intentos por dejar de comer fracasan una y otra vez. Inicia miles de dietas y las rompe y, cuando logra con mucho sacrificio bajar de peso, de pronto vuelve a comer con más urgencia subiendo más de lo que había bajado.

El impulso por comer es una respuesta inmediata (sin pensar) a las emociones. La sustancia disminuye el estrés, la ansiedad, el miedo, cualquier incomodidad. La ausencia de la sustancia es dolorosa. Sin ella se pone irritable, ansioso, inquieto y no puede dormir. Todo esto se calma si la ingiere. Está inmerso en un círculo vicioso. El estrés lo hace comer, después se siente culpable y la culpabilidad le provoca más hambre. Ahora se sabe que las sustancias como el azúcar y harina provocan una reacción química en el cerebro y algunos se vuelven adictos a esa reacción porque, de alguna manera, calma el dolor y adormece.

El dolor interno es muy profundo aunque lo disfrace de simpatía. Su autoestima siempre está por los suelos. Con el tiempo, a la adicción se suman años de padecimiento por la gordura. Cada cosa que no pudo hacer es una herida acumulada: la ropa que no pudo usar, la pareja que no tuvo y todo lo que dejó de vivir junto con todo el rechazo que la gordura conlleva. La palabra gordo en sí es un insulto. Desde niños decimos «me cae gordo».

A diferencia de otros adictos, éste carga su dolor a la vista de todo mundo. Cada kilo de grasa es un kilo de dolor.

Quien le dice «sólo deja de comer» no tiene idea de que eso es imposible
Quien le dice «sólo deja de comer» no tiene idea de que eso es imposible en su enfermedad. Cuando se le esconde la comida o se guarda bajo llave, la obsesión crece y llega a ser intolerable. Los síntomas del síndrome de abstinencia son los mismos que en el alcoholismo.

Su única posibilidad se encuentra en el programa de los doce pasos.

Lo cierto es que ningún aparato, crema reductora, cirugía, masaje o píldora pueden curar la enfermedad de la adicción.

Ningún adicto se recupera si antes no acepta su enfermedad.

 

(Dr. Ernesto Lammoglia Ruiz. Médico psiquiatra)

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